A Thousand Suns (Linkin Park)

(disco)

Hay mucho que decir sobre el cuarto álbum de estudio de la banda de rock alternativo; el álbum cuenta con la producción del numerosas veces ganador del Grammy, Rick Rubin, quien ya había trabajado con la banda para Minutes To Midnight, y de Mike Shinoda, el co-vocalista y rapero de la banda.
En A Thousand Suns nos encontramos con un álbum conceptual en donde la temática gira en torno al miedo que genera una guerra nuclear y las consecuencias que esta podría traer y la banda se aprovecha de esta idea para crear una narrativa a través de los temas (incluso con tracks que son exclusivamente de transición), lo que significa que para poder apreciarlo en su máximo esplendor (y para que tenga sentido, realmente) el disco debe ser escuchado en orden.
En cuanto a sonido, se hace evidente la transición que empezó con Minutes To Midnight y que dejo atrás al nu metal (presente en los dos primeros discos de la banda, los cuales les dieron el reconocimiento internacional); en esta producción los integrantes de la banda se decantan más por el mundo de la electrónica y los sonidos protagonistas del álbum pasan a ser los sintetizadores. Sin embargo, esto no evita que la banda nos regale canciones geniales como “Burning In The Skies” o “Waiting For The End”; los mejores momentos del disco llegan, en mi opinión, con la canción numero 12 “Iridiscent”, una balada rock con un sonido bastante alternativo que podría incluso pasar como indie, y con la penúltima canción “The Catalyst”, un tema con un toque de techno que luego del puente de la canción se convierte en un festival de coros y baterías que nos dan cierta sensación de cierre, aunque no sea así, porque el cierre del disco llega en un tema completamente acústico (un final sorprendente para un disco experimental protagonizado por efectos de sonido y sintetizadores) en el que tenemos una guitarra acústica, un piano, y la voz de Chester Bennington, desgarrando sus cuerdas vocales en una balada con una vibra emotiva y nostálgica.